domingo, 25 de julio de 2010

Ring, ring...

Hoy llamé a una mina por teléfono. Nada raro en el común de la gente, pero a mi me pone sumamente nervioso. No pensaba llamarla, tal vez un mensaje para ver que onda, para tantear, pero por suerte, o no, había hablado con una amiga sobre el tema y me dijo que tenía que llamarla, que lo del mensaje tiene excusa para no responder, como la ya tan conocida frase "no tenía crédito".

El sábado le había mandado un mensaje de texto y no me contestó, y mi amiga me dijo, “llamala, proponele algo, y si te dice que no, la mandás a la mierda, ya fue, pero no te quedes con la intriga”.

Hoy cuando me levanté dije, la llamo. Estuve como dos horas boludeando, haciendo cosas para no llamarla y ponerme una auto excusa, como cuando tenés que estudiar y te ponés a ordenar el cuarto, o los apuntes, o te pegás tres duchas diarias con tal de que pase el tiempo, o hacés de cuenta que buscás información en Internet y en realidad estas colgado del MSN.

Cuando me decidí ya eran casi las 3 de la tarde (si, me gusta dormir hasta el medio día). Había salido de la ducha, estaba escuchando la radio, un programa que me gusta mucho, y cuando terminé de cambiarme la llamé.

Sonó 3 o 4 veces y el teléfono hizo como un tono medio raro, era indescifrable saber si no había señal, si se me cortó, o si me cortó ella, era algo raro. Ahí me puse más nervioso aún. Me fui al cuarto y me terminé de alistar para salir porque el día lo ameritaba, no hacia frío ni calor y tenia ganas de salir a manejar un rato aprovechando mi semana de vacaciones.

Desde que la había llamado hasta que estaba una vez en la calle, arriba del auto, habían pasado más de veinte minutos, un tiempo prudente creo yo para que no te caratulen como un molesto. Porque conozco eso del molesto, un llamado de más, un mensaje de más, y fuiste, tenés más chances de jugar el mundial que de salir con ella.

Ahora la situación fue distinta. El teléfono sonó mas o menos diez veces, y atendió la reverenda hija de re mil puta de la maquina esa que te dice “uno, uno…”, y te canta todo el puto número para que le dejes un mensaje… ya ni te ilusionan con la voz de ella diciendo su nombre para que por lo menos un boludo como yo se ponga nervioso.
Corté y no la volví a llamar.

martes, 11 de mayo de 2010

Sábado

Tengo varias cosas tiradas en casa con las cuales no se qué hacer. Digo esto porque el sábado alrededor de las 9 de la mañana abrí los ojos, y luego de dar varias vueltas en la cama, tratando de conciliar el sueño nuevamente, me levanté. Como nunca me despierto a esa hora un fin de semana, me era completamente extraño y placentero a la vez escuchar el sonido de la mañana, sentir su olor, ver cómo de a poco el sol se iba asomando por el patio, y me propuse a intentar ordenar un poco el “cuartito de las porquerías”.

Lo llamo así porque originalmente empezó siendo un cuarto donde se guardaban aquellas cosas viejas que a uno le da escozor tirar, como la patineta que usabas cuando eras chiquito, el family game, los playmovil (porque yo no los tiro ni en pedo), pero con el tiempo se fue transformando en un cuarto donde caían todo tipo de cosas que fueron encontradas en la calle, como unas cajoneras viejas que agarré de alguna esquina porteña con la idea de reciclarlas y usarlas, pero que a poco de tenerlas fueron utilizadas por las arañas como sus lujosas casas de madera, adornadas por unas fantásticas telas tejidas a mano (o a patas, porque las arañas tiene patas, ¿No?), o simplemente cosas que ya no uso más y que con la falsa idea de que tal vez algún día las necesite, no las tiro, y miles de otras porquerías.

Pero volviendo a la mañana del sábado, antes de empezar con mi tarea de limpieza sentí que necesitaba desayunar. Como sucede regularmente en mi casa, en la alacena no había más que algunos saquitos de té y yerba. Revolví toda la cocina en busca de algún comestible apropiado para acompañar el mate, pero sin resultados favorables, por lo que tomé la decisión de ir hasta el almacén a comprar unas galletitas. En realidad quería facturas, y lo pensé, pero como no voy mucho a la panadería y también necesitaba otras cosas, mi cuerpo se trasladó, casi automáticamente hacia el chino.

Cuando volví, contento con mis Surtido Bagley, me preparé el mate y empecé a pensar de qué manera podía darle un poco de orden a ese cuarto. Fue al pedo. Mientras pensaba me senté en la compu (grave error), como para chequear los mails, así, rapidito, pero lo que no iba a tomar más de cinco minutos se transformó en dos termos de mate y el paquete entero de galletitas. Me había llegado un mail de Lore.

A Lore, Lorena, la conocí viajando por Bolivia, un verano que me fui con unos amigos (ya vendrá la historia de Lorena en otro informe, lo único que necesitan saber es que no terminó nada bien nuestra relación). En ese correo, después de no vernos ni hablar por dos años, me contaba que luego de haber estado en Perú, Ecuador y Colombia, había vuelto a Buenos Aires, sólo por una semana, y que necesitaba verme, que tenía cosas para contarme.

Al principio dije "¡Que bueno, una minita que quiere verme!", pero después me recontra cagué en las patas. Se me vinieron a la cabeza un montón de imágenes, algunos recuerdos buenos, otros no tanto, pero lo que más me perturbó fue la idea de que esté en la Argentina para presentarme a "nuestro hijo". Yo tenía el recuerdo de haberme cuidado siempre, pero la posibilidad de ser padre se barajaba en mi cabeza y me aterrorizaba. Temblaba como una hoja. Me tomó aproximadamente media hora decidir si le contestaba o no. En los primeros veinte minutos releí su mail, una y otra vez, y los restantes diez estuve paralizado sin escribir una sola letra. Mi respuesta decía:

“Hola Lore. Me alegro un montón que estés de vuelta y con todo gusto me reuniría con vos a charlar. Espero que no sea nada grave (como un hijo, pensé para mis adentros).Te dejo mi celular. Un beso.”

Escribir esas tres líneas me tomó aproximadamente 45 minutos.

Después de eso, y de un paquete entero de galletitas y dos termos de mate, no tenía ni un poquito de ganas de ponerme a ordenar el cuartito de las porquerías. Me puse un disco de Los Beatles y esperé su respuesta sentado frente a la compu, controlando cada 5 minutos si había novedades. Recién me contestó el lunes.

lunes, 3 de mayo de 2010

Hoy me levanté con el pie izquierdo, pero soy zurdo.

Estoy cansado de ser supersticioso. Que no pases por debajo de una escalera porque vas a tener siete años de mala suerte, que si se te cruza por delante un gato negro tenés que hacer cuernitos durante no se cuanto tiempo (otros dicen que hay que escupir tres veces), que si hacés la ecuación, yo + espejo = se rompe, porque soy medio catrasca, otros siete años más de mala leche, que el número trece es yeta, y ni hablar de los martes trece, y muchísimos otros. ¿A quién carajo se le ocurrió esto? Seguramente a alguna empresa que quiso luquear con algún producto “anti yeta”, como la ristra de ajos, que si no te dicen que es para las buenas ondas, las ondas positivas, no lo comprás ni a palos. ¿Qué mierda hago con una ristra entera de ajos? Salvo que te guste todo con ajo, que estés casado(porque andá a comerte unos fideos con ajo un viernes a la noche y después contame si la pusiste), o que estés bajo algún tratamiento homeopático de esos que te hacen tomar cualquier cosa para que dejes de fumar o para adelgazar, la ristra de ajos te la vas a terminar metiendo en el culo.

Porque entiendo la relación de Papá Noel y Coca Cola, los regalitos y todo eso, que hasta hace no mucho tiempo, cuando todavía recibía regalos sin tener que regalar yo también porque era chico, estaba todo bien, pero ahora que soy un “hombre maduro” “serio”, “trabajador”, tengo que comprarles regalos a todos esos familiares que no ves nunca y mas allá que mucho no me guste, lo hago. Pero repito, no entiendo el motivo de la llamada mala suerte y toda la superstición que gira alrededor de eso.

Porque hay gente que ni se fija en eso, que pasa por debajo de las escaleras sin ninguna historia, o que se compra un departamento en un piso 13º y tan mal no les va. Te compraste un departamento flaco, ¡Sos mi ídolo!

Por eso digo que hoy cuando me levanté, y puse el pie izquierdo sobre el piso frío de mi casa, más allá de estar bastante dormido, me avivé de que no era el pie derecho y me dije “el zurdo el mi pie hábil (teóricamente), ¿Por qué tengo que estar preocupado por eso?”, pero como de costumbre mi cerebro no contestó y largó la orden de bostezar. Y que mi cerebro a veces tarde en arrancar porque lo encendí sin cebador, no es mala leche y un gato negro no se me cruza por delante hace rato.

martes, 27 de abril de 2010

viernes por la noche

Que noche de mierda.


Viernes a la noche, después de haber laburado todo el día recibí un llamado de la novia de uno de mis mejores amigos, que me invitaban a cenar a su casa, para presentarme una mina. Y yo fui.
Mi viejo tiene una costumbre que he adoptado, y es nunca caer con las manos vacías, así que pasé por el chino y compré un vinito y unos chocolates para el postre… uno nunca sabe ni dónde ni cómo va a terminar una noche así.
Como todo hombre, tenía la esperanza que la mina sea una perra infernal, una de esas que cuando las ves te preguntas “¿Esta bestia me va a dar bola a mi que soy un nabo?”. Pero no. Tampoco vamos a decir que era fea. Estaba bien, además un fierrazo no se le niega a nadie.
Estábamos citados a las 9, y como soy medio paquete, para hacerme desear un poco caí a las 9.30 más o menos. Ella llegó a las 10. Ella 1, yo 0.
Comimos asado, el fuerte culinario del dueño de casa. La verdad que nos cagamos de risa toda la noche. En un momento, no se cómo, estaba yo solo con la mina en la terraza, acostados en una especie de alfombra mexicana, mirando las estrellas… MIRANDO LAS ESTRELLAS!!! (cualquiera que vea esto desde afuera, claramente tiene que desaparecer de alrededor, y creo que esto fue lo q hicieron mi amigo y la novia). Charlamos de todas, pero de todas las pelotudeces se les puedan ocurrir.
Ya eran casi las 3 de la mañana y yo no había robado ni un beso, ni una agarrada de mano, ni un toqueteo de esos casuales, nada. Pero me dije, tranquilo viejo, la próxima que te diga algo muy pelotudo la mirás y le tirás el cabezazo tucumano. No puede fallar.
Dicho y hecho. No me acuerdo qué dijo exactamente pero estoy seguro que había sido una de las cosas más boludas que pudiera haber oído esa noche, algo así como que las veredas de las calles deberían tener sentido de circulación para que la gente no se choque y vayan todos para el mismo lado. Y lo decía enserio. Recontra inteligente la loca. ¿?
Era el momento para cagarme de risa, ¿Pero el descontrolado que hizo? Si señora, me le tiré encima cual luchador de sumo y para mi sorpresa, ella tenía una agilidad de puma. En un solo movimiento me esquivó, largó una puteada y me puso un cachetazo que todavía tengo la marca. Ella 2, yo seguía en 0.
No me enojé, me puse loco. Nunca antes me había puesto así. No es la primera vez que me dicen que no, ¿Pero que además me pegue un cachetazo? ¿Por un beso que ni siquiera pude dar? Noooo, eso sí que no, yo soy hombre y me la banco y no te cago a trompadas porque tenés tetas.
Acto seguido y sin mediar palabra alguna, bajé de la terraza. Ella me siguió. En el comedor estaba mi amigo con la novia mirando la tele. Con una mirada le dije todo, y él se cago de risa al verme la cara toda roja. No tuvo tiempo de preguntarme nada, la mina se paró al lado mío, y con esa voz suavecita, que antes me había parecido un encanto mientras hablábamos en la terraza, pero que ahora se había transformado en una voz casi tan irritante como la de Zulma Lobato cantando, dijo “me voy, ¿Me llaman un taxi?”.
De repente me miraron como si yo fuera un depravado sexual o algo por el estilo. Si no viste la situación, y un pibe baja con 5 dedos marcados en la cara y la mina dice que se va, es lógico pensarlo. Así que ahí me hizo el 3º. Ella 3, yo nada.
Por suerte se fue. El taxi no tardó más de 5 minutos. Yo estaba re caliente, esperé un rato, conté lo que había pasado para no crear malos entendidos y me fui a casa a ver la tele y a comer los chocolates que había comprado para deleitarla. ¿Que nochecita, no? Ojalá terminara ahí.
Llegué a casa a eso de las cuatro y media. Sobrio, de mal humor y con ganas de hacer por lo menos UNA de las cosas que había planeado. Ver la tele y comer chocolate (que enrealidad son dos pero cuenta como una porque es un combo). Entré a mi cuarto, me metí en la cama, y cuando quise manotear la campera para agarrar los chocolates me di cuenta que de la calentura me había dejado la campera en lo de mi amigo con los chocolates adentro. No tener chocolates no fue tan grave, más cuando no tenía bajón. Así que prendí la tele con la esperanza de encontrar algún capitulo de los simpsons.
Y... LLUVIA. Todos los canales se veían con lluvia. Pasé los 85 canales para ver si lograba ver algo, por lo menos una figura que se pareciera a algo, moví la antena (bah, el cable ese que se enchufa atrás), la tele, toqué todos los botones del control remoto, de a uno por vez y todos juntos, me paré, apagué la tele y la volví a prender desde el botón mismo del televisor, pero no hubo caso. Volví a la cama, me tapé como si hicieran 10 grados bajo cero y me dormí.